El término
radiculopatía se refiere a la lesión de una raíz nerviosa. La raíz nerviosa es
el segmento que va desde la médula hasta el nervio espinal, donde se une la
raíz nerviosa sensitiva con la motora (Netter). La unión de varios nervios
espinales forman los plexos y de ahí salen los troncos nerviosos que inervan
las extremidades. La causa más frecuente de lesión radicular es la compresiva
por hernia discal, aunque hoy día se discute si la lesión es por compresión o
es inflamatoria, dado que el núcleo pulposo es inmunogénico (Mulleman).
Otras causas son la compresión crónica por osteoartrosis con estrechamiento de
los agujeros de conjunción, por tumoración como neurinomas, quistes sinoviales
o meníngeos, traumatismos como avulsión de una raíz, inmunológica,
inflamatoria, neuroquímica, isquémica (Rydevik).
La incidencia de
radiculopatía es muy baja, a pesar de que su sospecha es muy elevada, por
ejemplo solo el 1% de los pacientes con lumbalgia aguda tienen radiculopatía
lumbosacra (Frymoyer). La mayoría de radiculopatías son en el segmento
lumbosacro (60-90%) según Wilbourn y Aminoff y entre el 5 y el 10% en el
segmento cervical. Las radiculopatías torácicas son muy raras.
Realmente el
diagnóstico clínico de radiculopatía no es nada fácil y se debe a diferentes motivos.
Primero, la sintomatología es muy variable y ello es porque predomina la lesión
axonal, no afectándose siempre los mismos axones, con lo que las alteraciones
sensitivas y motoras pueden ser diferentes en la lesión de una misma raíz, e
incluso los reflejos pueden estar conservados. Segundo, los síntomas que se
extienden a través de una extremidad no necesariamente son debidos a una lesión
radicular. La inervación segmentaria de los escotomas y la lesión de las
estructuras mesodérmicas incluyendo ligamentos y tendones pueden referirse a
dichos escotomas (Haymaker). Las vértebras, el periostio, las articulaciones
facetarias, los músculos, ligamentos, tendones, fascias y el anillo fibroso
contienen fibras nerviosas capaces de ser estimuladas por niciceptores
mecánicos o químicos (Bogduk), y la lesión de dichas estructuras puede
referirse a su escotoma correspondiente y dar dolor en la extremidad. Tercero,
las extremidades son uno de los focos más importantes de somatización por lo
que puede haber dolor en una extremidad de origen sicológico, y ello no es poco
frecuente dado que uno de cada cuatro enfermos que visita por primera vez un
médico es psicosomático (Taylor).
Si con el estudio
clínico es a menudo difícil realizar el diagnóstico de radiculopatía, lo mismo
sucede con el estudio por imagen. Su sensibilidad puede llegar al 75%
(Knutsson) e incluso menos (Kadish), pero el verdadero problema de los estudios
actuales con resonancia magnética es su poca fiabilidad (Nardin), hasta casi un
45% de los estudios en columna cervical pueden ser falsos positivos( Kuijper). En individuos
normales mayores de 40 años, sin ninguna clase de sintomatología, pueden
hallarse discopatías (hernias discales, protrusiones) o imágenes de
osteoartrosis cervical.
En cuanto al estudio
electrodiagnóstico (EMG), la exploración electromiográfica con electrodo de
aguja sigue siendo el método más aceptado para el estudio de las
radiculopatías. Su sensibilidad llega al 90% (Shea) y su fiabilidad es prácticamente
del 80% (Knutsson).
Las conducciones
nerviosas sensitivas (neurografía sensitiva) son normales en las radiculopatías
y su normalidad es considerada una fuerte evidencia para el diagnóstico de
radiculopatía versus la afectación más distal como sería la afectación plexular
o de los troncos nerviosos. Las conducciones nerviosa motoras pueden ser
normales o presentar cierto enlentecimiento de la conducción y disminución de
la amplitud. Estas alteraciones son inespecíficas y no tiene valor para el
diagnóstico de radiculopatía. Solo traducen cierta pérdida axonal, la cual
puede darse en otras patologías nerviosas.
El reflejo H (RH) es
útil para el estudio de la radiculopatía S1, y en ciertos pacientes también
para la C7. La sensibilidad del RH en la radiculopatía S1 (Marin) es del 50% y
su fiabilidad del 91%. Aquí es necesario que la conducción sensitiva del
nervios sural (safeno externo) sea normal para poder identificar que la lesión
es preganglionar (radicular).
La sensibilidad para
las Ondas F ha sido reportada del 50-80% en las radiculopatías lumbosacras
(Eisen), pero su estudio ha sido considerado que se sobrepone al estudio EMG
con electrodo de aguja pero con menor sensibilidad (Tanzola). En pacientes con
radiculopatía L5/S1 fueron anormales en el 70% de los casos, mientras el
estudio EMG con electrodo de aguja fue del 77% (Toyukura). Además las Onda F
por si solas no pueden usarse para el diagnóstico de radiculopatía ya que
pueden alterarse en cualquier proceso proximal como las plexopatías.
En cuanto a los
potenciales evocados somatosensoriales, su especificidad es alta, de hasta el
95%, pero su sensibilidad puede ser de un 20% hasta un 70% (Dumitru) según la
raíz afecta y si se utiliza la estimulación cutánea segmentaria. Esta
variabilidad probablemente se debe a que la inervación radicular cutánea puede
no ser específica. Por ejemplo el nervio safeno puede contener fibras de L3
además de las de L4, el peroneo superficial de S1 además de las de L5 y el
sural de L4 y S2 además de las de S1.
La estimulación
radicular con electrodo de aguja parecer tener una alta sensibilidad (Berger),
de un 72% en la radiculopatía L5 y de un 66% de la S1 (Tabaraud), pero es una
técnica que consume mucho tiempo y produce contracción dolorosa de los músculos
paravertebrales y de las cinturas. Dicha exploración se usa poco actualmente
dada la aparición de la estimulación magnética que no produce las molestias
anteriormente reseñadas. Su sensibilidad ha sido reportada del 52,6% (Linden) y
su especificidad está en discusión ya que parece que la estimulación pude
llegar más allá del foramen neural (Evans).
Por tanto la EMG de
aguja es la técnica disponible más adecuada para el diagnóstico de las
radiculopatías (Fisher), aunque el valor de dicha exploración está limitado por
el hecho de que solo estudia las fibras nerviosas motoras. Otro inconveniente
de la exploración EMG es que los músculos que se exploran están inervados por
varias raíces, lo que no permite diagnosticar el nivel de la lesión basándose
exclusivamente en la EMG, aunque si puede afinarse bastante.
Por lo tanto, la
manera más adecuada de determinar si existe lesión radicular y el nivel de la
misma es valorar de forma conjunta los datos clínicos y electromiográficos con
electrodo de aguja.
En un estudio realizado
en nuestra Unidad de Electromiografía de la Fundación Sanitaria San Pere Claver
a 307 radiculopatías que presentaban una evolución menor de seis meses,
observamos que la EMG de aguja era normal en el 6,5% de las radiculopatías
cervicales y en el 10% de las lumbosacras. La radiculopatía más frecuente en
EESS es la C7 en el 25% de los casos, seguida de la C6 en el 12%. A nivel de
las EEII la radiculopatía más frecuente es la L5 en el 26% de los casos,
seguida de la S1 en el 18%. El 8% de las radiculopatías no presentaban dolor.
El 15% de las radiculopatías no presentaban parestesias, ni déficit sensitivo.
El 48% de las radiculopatías en EESS tenían los reflejos musculotendinosos
(RMT) normales. El 16% de las radiculopatías L4 y el 13% de las S1 tenían los
RMT normales. Un dato muy significativo fue que el 46% de las radiculopatías
cervicales y el 59% de las lumbosacras no presentaban debilidad clínica. Todo
ello sugiere que solo con la valoración clínica o la electromiográfica no es
posible realizar el diagnóstico de radiculopatía. Es precisa la valoración
conjunta clínico-electromiográfica para un correcto diagnóstico de lesión
radicular.
Otra cuestión es el
nivel dónde se localiza la compresión. A nivel cervical la compresión
discal tiende a afectar la raíz a nivel
de la protrusión, por ejemplo la raíz C6 se afecta con las compresiones entre
C5-6, con excepción de la C8 que se afecta con las compresiones entre la C7 y
la D1 (solo hay siete vértebras cervicales). En cambio a nivel lumbar la raíz
afectada suele ser la distal a la protrusión, por ejemplo la raíz L5 se afecta
con las compresiones entre las vértebras L4-5, a pesar que dicha raíz sale por
debajo de la vértebra L5 (Netter). Pero si a nivel lumbar la protrusión es muy
lateral, entonces puede afectarse la raíz a nivel de la protrusión, por ejemplo
entre L4-5 se afectaría la L4, o con una protrusión muy medial se afectaría la
S1. Otro problema son las variantes anatómicas. Dichas anomalías tiene una
frecuencia del 14% a nivel lumbosacro (Kadish). La más frecuente es que dos raíces
salgan por el mismo agujero de conjunción. También puede haber anastomosis de
diferentes raíces tanto a nivel intradural como extradural. Todo ello explica
por qué en ciertas ocasiones no coincide la raíz afecta con el nivel
radiológico de la compresión.
En cuanto al
tratamiento quirúrgico no existe una clara evidencia científica que demuestre
la efectividad de la descompresión quirúrgica (Gibson), aparte de que las
complicaciones por la cirugía pueden ser considerables (Flynn, Abramovitz), y
las tasas de éxito varían (Klekamp, Simpson). El pronóstico de recuperación
funcional no depende de la cirugía, la cual solo puede eliminar la causa
(etiología) de la compresión (hernia discal, ganglión…), sino del grado de
lesión axonal que se ha producido. A más daño axonal, peor pronóstico funcional.
Si la lesión es leve, el pronóstico suele ser bueno, y si la lesión es severa
pueden quedar ciertas secuelas, a veces importantes, como son debilidad de
algún grupo muscular y alteraciones de la sensibilidad. En la recuperación
funcional es muy importante la atención que el paciente preste a su
sintomatología. Si esta atención se prolonga en el tiempo, o sea, se convierte
en vigilancia, pueden memorizarse las molestias y estas hacerse eternas.
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