Una gran parte de nuestra experiencia, lo que percibimos, pensamos, soñamos, fantaseamos, no accede directamente al pensamiento consciente; como tampoco podemos explicar lo que a menudo motiva nuestras acciones. Ello fué demostrado biológicamente en la segunda mitad del siglo XX. Brenda Miller en 1954 exploró un paciente amnésico al que se le habían extirpado ambos lóbulos temporales mediales e hipocampos. Observó que a pesar de no tener memoria consciente, de nuevos recuerdos (memoria declarativa o explícita), era capaz de aprender nuevas habilidades perceptivas y motoras (memoria procedimental o implícita).
Los dos sistemas de memoria (explícita e implícita) se superponen y se utilizan juntamente. La repetición constante de la memoria explícita se convierte en implícita. Cuando aprendemos a conducir, constantemente tenemos que pensar en el volante, el cambio de marchas, el embrague, el gas, el freno, los intermitentes, las luces… al principio somos bastante torpes hasta que ha base de entrenamiento vamos memorizando los procedimientos para una buena conducción en los sistemas de la memoria implícita. Por lo tanto, hasta que no automatizamos los mecanismos de conducción, no podemos considerarnos unos buenos conductores.
Las redes neuronales que guardan la memoria explícita implican básicamente al hipocampo, mientras que la memoria implícita implica varios sistemas como la corteza cerebral, la amígdala, el neoestriado y el cerebelo.
En la memoria implícita tenemos un ejemplo biológico de la vida mental inconsciente, mientras en la memoria explícita tenemos un ejemplo de la vida mental consciente.
Freud hablaba de tres tipos de inconsciente. El inconsciente dinámico donde se encuentra la identificación, los impulsos inconscientes, conflictos, defensas. Aquí es donde Freud teorizó que la información sobre el conflicto no podía llegar al consciente debido a un poderoso mecanismo de defensa como la represión. Freud también se refería a otra parte del yo inconsciente que no es accesible a la conciencia a pesar de que no se reprime y que se ocupa de hábitos, de habilidades perceptivas y motoras. Y finalmente está el preconsciente inconsciente donde el consciente puede tener acceso a las actividades inconscientes mediante el esfuerzo de la atención.
El inconsciente en el que el ego no está reprimido, ni hay conflictos, se correspondería con lo que los científicos llaman memoria procedimental o implícita. En cuanto el preconsciente inconsciente sería aquél estado en que a través de la atención podemos recordar conscientemente datos almacenados en la memoria implícita.
En cuanto al inconsciente dinámico, el mecanismo más probable de su existencia son los fallos en la memoria explícita y no la represión. Actualmente hay numerosos datos biológicos que apoyan dicha teoría. La memoria explícita se desarrolla a partir de los dos años y va madurando lentamente hasta los ocho años. De ahí que recordemos tan pocas cosas de nuestra infancia. Otro dato es que en situaciones de estrés se liberan corticosteroides y estos, literalmente, matan las neuronas del hipocampo que procesan la memoria explícita. Por lo tanto es habitual recordar algunos datos y no recordar cuándo y cómo se produjeron. Como ejemplo podríamos explicar la experiencia del hijo de una paciente que presentaba una angustiante fobia para bañarse en lugares como una piscina o el mismo mar. Me explicaba su madre que estaba preocupada porque un psicoterapeuta interpretó, luego de meses de tratamiento, que la causa fué que de muy niño se cayó a una piscina. Cansada y dándole poco crédito, acudieron a otro psicoterapeuta que al cabo de unos meses interpretó que la causa fue durante el baño diario en casa, su hermano le hundió la cabeza debajo del agua de la bañera. Da igual la causa, el problema no fue la represión sino que por la edad y el estrés o angustia de la experiencia el niño memorizó implícitamente todos los datos relacionados con el acto de ahogarse però olvidó los datos autobiográficos, el cuándo y el cómo.
En mi opinión podríamos decir que la memoria implícita es mucho más potente y persistente, más resistente al olvido, por lo que recordamos toda la respuesta emocional de una experiencia del pasado. En cambio la memoria explícita, es mucho más lábil, se adquiere tarde y está sometida a la acción de ciertas hormonas, como los corticosteroides, liberadas por el estrés. Ello comporta que podamos olvidar los hechos que desencadenaron una experiencia emocionalmente negativa, pero no olvidamos la reacción emocional que desencadenó dicha experiencia. Y, en cualquier momento de nuestra vida puede presentarse alguna experiencia similar a la del pasado y desencadenarse una respuesta emocional que había sido memorizada implícitamente. Como no recordamos el porqué, ni en cuando o el cómo, entonces aparece el miedo, la angustia, los conflictos freudianos, en definitiva el sufrimiento emocional.
El sufrimiento emocional puede expresarse de diferentes formas, como fobias, depresión, mal humor, y puede potenciar ciertos síntomas físicos sin causa orgánica que los justifique.
Uno de cada cuatro pacientes que consulta por un probable problema neuromuscular presenta síntomas sin causa orgánica que los justifique. En todos ellos existe un estado emocional, que junto a ciertos mecanismos neurológicos de aprendizaje y memoria, puede desencadenar dichos síntomas. Desafortunadamente la mayoría de ellos no lo acepta, probablemente porque no recuerda ninguna causa explícita que lo justifique y porque los médicos no somos lo suficientemente hábiles para empatizar con los pacientes y saber explicarles el porqué de sus síntomas.
Referencias
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