El diagnóstico del enfermo afecto de somatización no
es complicado. En todo paciente que presenta muchos síntomas y ningún signo
clínico a la exploración hay que sospechar que es víctima de la somatización.
Si además añadimos que dichos síntomas son de larga evolución, algunos llevan
años con ello, que el paciente afirma que va empeorando y la exploración
clínica sigue siendo normal, la sospecha de somatización es fidedigna. Y si
además el paciente ha pasado por la consulta de diferentes médicos y se le han
realizado numerosas pruebas complementarias, todas normales, el diagnóstico es
definitivo.
Otra característica es que los síntomas que
presentan están mal sistematizados, ósea no se corresponden con un cuadro
clínico definido. Por ejemplo, en cuanto al sistema nervioso, estos síntomas
desbordan o no se corresponden con un territorio anatómico en concreto. También
es característico que faltan algunos síntomas que forman parte habitualmente
del cuadro clínico como por ej. la ausencia de déficit sensitivo en caso de
sospecha de lesión de un nervio mixto.
El diagnóstico se complica cuando la somatización
incide en un paciente que también presenta cierta sintomatología. Por ej. el
paciente puede tener una lesión de un nervio y aquejar síntomas característicos
de dicha lesión más otros síntomas que no están relacionados con dicha lesión,
como pérdida de fuerza en la lesión de un nervio exclusivamente sensitivo.
También es característica la somatización en
pacientes que han padecido un cuadro clínico orgánico como sería un síndrome
del túnel carpiano o una radiculopatía de los que han sido tratados con éxito y
al cabo de un tiempo vuelve a presentar síntomas, con lo que se sospecha una
recidiva. En la mayoría de estos casos, más que de una recidiva, se trata de una
rememoración del cuadro clínico. El paciente, por ciertas circunstancias,
generalmente emocionales, vuelve a tener síntomas, aunque no están tan bien
definidos como en el cuadro inicial, y habitualmente predomina el dolor. Hay
que tener en cuenta que en el 70% de las somatizaciones el síntoma predominante
es el dolor.
Otra cuestión es el tratamiento de estos enfermos.
En mi opinión es sumamente difícil poder ayudar a estos pacientes dado que
primero el médico debería saber explicar que es lo que le pasa al paciente y
esto no es fácil porque el facultativo tiene de tener los suficientes
conocimientos clínicos para no dudar. También debería conocer los fundamentos
fisiológicos para poder convencer al paciente, cosa que no es habitual.
Segundo, en algunas pruebas complementarias se objetivan hallazgos
"pseudopatológicos" que no tienen nada que ver con el cuadro clínico
del paciente. Por ej. en pacientes con dolor en una extremidad se observan protrusiones
o hernias discales contralaterales en la resonancia magnética. O en pacientes
con cervicalgia o lumbalgia, sin radiculalgia, se observan hernias discales que
según el estudio por imagen comprimen una raíz. Todos estos hallazgos complican
el diagnóstico de somatización.
Tercero, el paciente se muestra incrédulo cuando se
le explica que sus síntomas, que son muy reales para él, son producto de su
cerebro, y más cuando otros médicos han intentado tratarlos aunque sin éxito.
El paciente tiende ha pensar que el médico atribuye sus síntomas a su
imaginación, lo que no favorece la relación médico-enfermo.
Cuarto, el paciente, para poder curarse, debe
entender y sobretodo aceptar que los síntomas son debidos a mecanismos
fisiológicos de su cerebro. Y ello, según mi experiencia, es altamente difícil
debido a que aún que se entienda y acepte, el paciente no deja de tener
síntomas de forma milagrosa, sigue con molestias, cuando no empieza con un
nuevo cuadro clínico, lo que hace que le entre la duda y visite otro médico que
empieza con nuevas pruebas complementarias, con lo que todo vuelve ha empezar.
Entre un tercio y la mitad de los
pacientes presentan una preocupación
permanente por enfermedad cardíaca grave después de un estudio con
ultrasonidos o por angiografía.
Mientras que todos los pacientes que
recibieron un resultado normal después
de una endoscopia gastrointestinal experimentaron consuelo inmediatamente después de la misma, aquellos con niveles más altos de ansiedad volvieron a presentar la misma preocupación a la semana de la exploración.
de una endoscopia gastrointestinal experimentaron consuelo inmediatamente después de la misma, aquellos con niveles más altos de ansiedad volvieron a presentar la misma preocupación a la semana de la exploración.
El paciente ha de ser capaz de entender que no sólo
el cuadro clínico que presenta, sino otros que probablemente presentará en el
futuro son producto de su cerebro sano y que la mejor terapia es darle poca
importancia después de que su médico haya confirmado que se trata de un nuevo
cuadro de somatización. Hay que intentar prestar poca atención a los síntomas y
ello se consigue manteniéndose ocupado.
Los pacientes que niegan la
posibilidad de somatización no mejoran.
La psicoterapia y la medicación pueden
reducir los síntomas y la discapacidad de los pacientes que aceptan la
posibilidad de somatización.
Los medicamentos antidepresivos pueden
ayudar a aliviar los síntomas de trastorno de somatización. Una revisión
sistemática de 94 ensayos clínicos controlados sobre tratamiento con AD para
los SFSEM encontró que un 69% de los estudios demostraron beneficio con su uso.
El meta análisis de todos los datos mostró un beneficio considerable. Ningún
tipo de antidepresivo mostró una superioridad significativa, pero tenían cierta
ventaja aquellos estudios en que se utilizaron tricíclicos. Típicamente la
mejora se consiguió con dosis bajas con independencia del efecto antidepresivo.
Existen dos procesos psicológicos
separados para la reducción de la amenaza,
uno es el llamado emocional-heurístico (calma, protección y evitación de
amenazas) y otro cognitivo-sistemático (búsqueda de información y análisis de
las amenazas). Mientras el tratamiento emocional, la evitación de amenazas y el
consuelo (que puede ser verbal o no) puede ser eficaz en aliviar la angustia a
corto plazo, es posible que no sea efectivo
para debilitar las representaciones de la enfermedad. Si los síntomas
se mantienen de forma recurrente, la utilización
repetida de este tipo de consuelo es probable que produzca un ciclo de
tranquilidad/angustia y que se auto perpetúe. En cambio, el modelo cognitivo de
analizar la amenaza es menos efectivo a corto plazo pero tiene más
probabilidades de producir cambios a largo plazo, lo que a su vez suele estar
asociado con la mejoría.
La terapia cognitiva conductual (TCC)
para el trastorno de somatización persigue intentar cambiar los patrones
negativos de pensamientos, sentimientos y comportamientos que desencadenan los
síntomas físicos. El componente cognitivo del tratamiento se centra en ayudar a
los pacientes a identificar pensamientos disfuncionales sobre las sensaciones
físicas. Con la práctica, los pacientes aprenden a reconocer los pensamientos
negativos y desarrollar una explicación
más racional de sus sentimientos. El componente conductual tiene como objetivo
aumentar la actividad. Los pacientes con trastorno de somatización por lo
general reducen su actividad como consecuencia de la incomodidad o del temor de
que la actividad empeore sus síntomas. A
los pacientes se les instruye para que aumenten su actividad de forma gradual,
evitando sobre esfuerzos que podrían reforzar los temores. Otros tipos
importantes de tratamiento incluyen las técnicas de relajación, la higiene del
sueño y el aprendizaje de la capacidad de comunicación. Resultados preliminares
sugieren que la TCC puede ayudar a reducir la angustia y el malestar asociado
con los síntomas somáticos.
Lidbeck y sus colegas evaluaron un programa de grupo
de terapia cognitivo-conductual (TCC) para los pacientes con psicosomatización.
A los seis meses de seguimiento se produjeron cambios significativos en nivel
de preocupación por la enfermedad, en el comportamiento frente a la
enfermedad y en el uso de medicamentos.
No se observaron cambios en los estados de ánimo o en la problemática social.
Otro estudio dirigido por McLeod
demostró significativas mejoras en el estado de ánimo y los síntomas físicos a
la semana y a los seis meses después del tratamiento.
No todos los estudios realizados
demuestran una mejoría significativa, pero en los estudios en que el
seguimiento fue relevante, la TCC produjo una mejoría significativa de los
síntomas en un 71%, del estado funcional en un 47% y de la angustia en un 38%
de los estudios.
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