Cuando una persona se enfrenta a hechos perturbadores sobre sí mismo se recurre a los mecanismos psicológicos de defensa descritos por Anna y Sigmund Freud en 1946. De hecho estos mecanismos de defensa son falsas creencias sobre uno mismo. Como ejemplos tenemos la racionalización en la que se sustituye una realidad inaceptable por otra aceptable, la negación en la que factores obvios de la realidad se tratan como si no existieran, la represión de recuerdos desagradables, las formaciones reactivas en las que se hace lo contrario de lo que se piensa, etc.
La teoría más en boga sobre el autoengaño fue propuesta por el biólogo evolucionista Trivers en 1985. Según dicha teoría hay muchas ocasiones en que una persona necesita engañar a alguien, aunque es difícil hacerlo dado que se emiten claves sutiles como la expresión facial (Ekman) y el tono de voz. Trivers propuso que la mejor manera de mentir a los demás es mentirse a sí mismo. Uno se miente a sí mismo a fin de engañar a los demás con mayor efectividad. Ello es parcialmente cierto pero no del todo convincente, dado que el propósito es ocultar cierta información que no se desea que se conozca. Supongamos que un niño ve como su madre esconde una pelota en la caja A y dice a su hermano que la pelota está en la caja B. Si la teoría de Trivers fuera correcta, el niño también iría a coger la pelota en la caja B, lo que iría en contra del propósito del engaño.
Según Ramachandran la razón de estos mecanismos de defensa es crear un sistema coherente de creencias que confiera estabilidad a nuestro comportamiento.
Ramachandran propone que todos tenemos una imperiosa necesidad de imponer consistencia, coherencia y continuidad a nuestro comportamiento, o sea, necesitamos un guión de nuestro comportamiento. Nuestro cerebro está inundado continuamente de una gran cantidad de información la cual debe incorporarse de forma coherente a nuestro guión de lo que es la verdad acerca de nosotros y del mundo. Dada esta cantidad de información, el cerebro debe de disponer de una forma de seleccionarla y ordenarla dentro de un sistema consistente de creencias. Ahora bien, no toda la información que nos llega coincide con el guión de nuestras creencias, y por supuesto no por ello cambiamos de guión, ya que ello supondría un enorme gasto de energía y tiempo que llevaría al agotamiento de nuestro cerebro por una indecisión sin sentido. En cambio lo que hacemos es negar o confabular, para que la información cuadre en nuestra perspectiva general. Imaginemos que un militar dispone de cierta cantidad de tanques y que un espía le informa que el enemigo dispone de menos tanques. Por supuesto el militar tomará la decisión de atacar al enemigo. Pero supongamos que una hora antes del ataque, otro espía le informa que el enemigo dispone de más tanques, pero no muchos más. El militar probablemente siga con sus planes de atacar al enemigo dado que se ha pasado horas planeando el ataque y ya ha informado a sus generales. Por otra parte quizás piense que la última información que le ha llegado no sea cierta (negación) o que sus hombres son más valientes que el enemigo e incluso manda al espía que se calle para que la tropa no se amotine (confabulación). El propósito del militar es evitar vacilaciones mientras haya probabilidad de victoria, ya que un militar indeciso nunca gana una guerra.
Pero supongamos que el espía informa que el enemigo dispone además de armas nucleares, entonces el militar probablemente cambie de planes dado que sería un suicidio el enfrentamiento. Cuando se llega a determinado umbral, nuestro cerebro debe de disponer de mecanismos para revisar a fondo nuestro guión.
La tarea de nuestro cerebro es crear un modelo y mantenerlo. Cuando llega cierta información que no cuadra, entonces acude a mecanismos de defensa para negar, reprimir, confabular...cualquier cosa con tal de preservar su statu quo. Pero cuando la información anómala alcanza determinado umbral, entonces decide que es hora de forzar el cambio de guión.
Estos mecanismos de defensa son inconscientes y solo cuando les prestamos atención se hacen conscientes. La idea básica de Freud de que nuestra conciencia es la punta del iceberg y que nuestro comportamiento en gran parte está regido por un caldero de emociones y motivos de los cuales en gran parte no somos conscientes es perfectamente válida en la neurociencia moderna, y como decía Lewis Thomas, nuestro comportamiento con nosotros mismos es el más extraño, más impredecible y más incomprensible de todos los fenómenos con los cuales tenemos que vivir.
BIBLIOGRAFÍA:
Cutting J.: Study of anosognosia. J Nuerol Neurosurg Psychiatry 41:548-555, 1978.
Ekman P.: Unmasking the face; a guide to recognizing emotions from facial clues. Prentice-Hall, Englwood Cliffs, NJ. 1975.
Freud S.: The ego and mechanisms of defense. International Universities Press, New York. 1946.
Goldstein K.:Human nature. Harvard University Press, Cambrige, 1940.
Ramachandran VS.: Anosognosia in parietal lobe syndrome. Consciousness and Cognition 4:22- 51, 1995.
Ramachandran VS et al.: Ilusiones de la imagen corporal: lo que revelan acerca de la naturaleza humana. El continuum mente-cerebro. Universidad de Rosario, Bogotá. 2006.
Trivers R.: Social evolution. Nenjamin/Cummings, menlo Park, CA. 1985.
Weinstein EA.: The syndrome of anosagnosia. Arch Neurol Psychiatry 64:772-791, 1950.
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